Inicio esta columna con la siguiente pregunta: ¿eres tú un santo? Pienso que la pregunta inmediatamente es respondida por mis interlocutores diciendo: “de ninguna manera, yo no soy ningún santo”. Ahora bien, ¿en base a qué respondemos de forma negativa a la pregunta? El entendimiento que solemos tener es bastante generalizado y algo relativo en relación a este concepto que destila del diccionario el cual define la palabra santo como: aquellos elegidos que merecieron en el cielo especial recompensa y que reconoce la iglesia como tales
En primer lugar, se habla de santos en relación a aquellos que habiendo partido de esta tierra ya están en el cielo, la implicación de esta definición nos dice que no hay santos vivos y de entre aquellos que ya están en el cielo hay un grupo que se considera selecto, y que se cree de ellos merecen especial recompensa y reconocimiento. Además, se dice que la Iglesia debe reconocerle como tales, lo cual deja la asignación del vocablo santo a la determinación humana. Esto evidentemente no encaja con las enseñanzas de las escrituras, porque después de todo y al final del día nos encontramos con santos en vida y nosotros podemos ser uno de ellos de manera legítima, ¿lo crees?
La palabra apostólica a la Iglesia de Corinto y también por cierto a nosotros expresa lo siguiente: A los santificados llamados a ser santos; un grave error que prevalece en el ambiente religioso del mundo hispano es que todo lo relacionado con santo o santificar se piensa que tiene que ver con lo que es perfecto, inmaculado y sin pecado. El uso de estos términos en la biblia no apoya ese concepto, porque santificar lisa y llanamente significa separar con la idea de que algo o alguien se apartó con un propósito determinado; por ejemplo, cuando se habla de objetos que antiguamente Israel habría de usar en el tabernáculo, a estos se les califica como santos: (tazones, cucharas, platos en rigor los utensilios) que habrían de usarse exclusivamente en el servicio de Dios. Esa era una separación para un propósito específico lo que les hacía santos
Ciertamente el culto a los dioses paganos características de los cananeítas no puede considerarse pecado, al contrario, sus prácticas sexuales como parte de su adoración son ante el Dios Santo inmorales y por ende pecaminosas. Sin embargo, a las mujeres que se dedicaban a la prostitución en el templo para tener relaciones con quienes se acercaban a esa clase de culto, a ellas se les consideraban santas, no porque eran sin pecado sino porque habían sido apartadas para ese propósito
La palabra de Dios llama a quienes han sido santificados o apartados santos. Dios usando cierto criterio especial aparta a tales personas para designarlos como sus Santos, su propiedad exclusiva para cumplir en ellos su propósito, ¿Quiénes son esas personas? ¿Qué es lo que califica a alguien para que sea apartado con el fin de tener un uso y propósito divino?
*Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia que esta en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro / 1ra Cor 1:1-2
La carta a los corintios es tan clara desde su inicio a su fin asevera una verdad poco asumida por el conjunto de creyentes no solo de la Iglesia de aquel entonces sino también de la actual. Los creyentes en la Iglesia de Corinto no eran los únicos calificados para tal llamado porque esa designación se amplía a todos los que sin importar el lugar invocan a Cristo. Esto no se refiere a un simple mencionar de su nombre o solo bastaba con decir que se creía en Dios o a un poseer un sentir religioso e involucrarse en actividades que supuestamente formaban parte de un sistema de culto o reunión
Cuidadosamente el mensaje hace referencia a nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos, es decir, de los que le invocan. Invocar a Cristo es acudir a él como Señor y Salvador, lo que implica una sumisión consciente y voluntaria de nuestra voluntad a Él como Señor para que nos guíe y tome la preeminencia en nuestra vida. Significa reconocer que como Salvador Él es el único que nos puede sacar de una situación en la estamos apartados de Dios para que de eso seamos separados para Dios, para ser de Él y ser santificados en Él y ser entonces santos, apartados para su uso y propósito
Los corintios habían invocado el nombre de Cristo en el sentido real de la palabra y así habían sido preparados por Dios para ser suyos que Pablo puede decirles:
*Gracia y Paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo / 1ra Cor 1:3
Habiendo sido separados para Dios le hace acreedores a la gracia, el favor de Dios que nadie merece pero que Él extiende por puro amor y misericordia. Como resultado de la gracia divina pueden tener paz espiritual, un santo es alguien que ha experimentado la gracia y la paz de Dios. El apóstol también menciona que por la misma gracia divina los corintios han sido enriquecidos por Dios
*Gracia doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia / 1ra Cor 1:4-5
Enriquecerlos en toda palabra y ciencia (conocimiento), significa que al separarlos y hacerlos sus santos Dios proveyó a los corintios con las palabras y el conocimiento espiritual necesario para poder desarrollarse en su nueva posición dentro de la comunidad de creyentes. Esas riquezas se manifiestan en la forma de dones espirituales, o sea, habilidades provistas por Dios para crecer y desarrollarse espiritualmente dentro de la comunidad de creyentes
Los corintios eran ricos espiritualmente, dotados y capacitados por Dios con las necesarias habilidades al punto de que Pablo les dice nada os falta en ningún don. Ser santos entonces es ser espiritualmente rico, haber sido provisto por Dios con todo lo necesario para crecer, desarrollarse y fortalecerse en esa vida de santidad y separación del mundo. Además de esta provisión el que es santo, aunque se desarrolla en el tiempo y espacio terrenal concentra su perspectiva en el cielo y en el futuro, esperando la pronta manifestación de solo y bienaventurado Dios
*… nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo / 1ra Cor 1:7
Jesucristo prometió que regresaría para llevar con él a los que son suyos, a los que él santificó, apartó para hacerles morar en su presencia por la eternidad
*No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis / Jn 14:1-3
Quién ha sido apartado para Dios confiadamente y con ansias espera el retorno de su Señor, pero uno que ha sido separado para Dios no necesariamente vive sin pecar o cometer faltas en medio de un mundo que no ha sido separado para Dios se enfrentan tentaciones, donde la voluntad propia siempre está lista a imponerse con sus deseos que son contra Dios. Por esto mismo sería completamente necesario hacer la siguiente observación: En los tiempos apostólico y particularmente en los días en que Pablo visitó la ciudad de Corinto la sociedad de aquel entonces estaba influenciada e inmersa en un molde grecorromana, donde la población vivía de acuerdo a reglas mínimas de conductas y principios, reglas que para nosotros hoy en día serían difíciles de sostener y asimilar
Era tal la fama y notoriedad de Corinto que se dio a conocer no por su legado a la sociedad sino por aportar a la suciedad y enfermedad social con su extravío y desenfreno, sin ninguna clase de regla moral o un mínimo común civilizatorio como lo dirían algún vocero de las nuevas directrices constitucionales, a tal punto que por mucho tiempo se usó un nombre genérico que se desprendía de del nombre de esa ciudad para referirse a la fornicación y adulterio, es decir, a las desviaciones y extravío sexuales se les llamaba “corintiar”. Uno de esos ejemplos lo podemos encontrar en el crudo relato que hacemos a continuación
*De cierto se oye que hay entre vosotros formación, y tal formación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre / 1ra Cor 5:1
Corinto era una ciudad griega situada en el Peloponeso. Bajo el imperio romano Atenas era todavía el centro educativo de Grecia, pero Corinto era la capital de la provincia romana, en rigor era la ciudad más importante del país. Bajo este influjo grecorromano, Corinto era una ciudad de riqueza, lujo e inmoralidad. No tenía rival que se le igualara en extravíos y desviaciones, de hecho, era conocida como la costa del vicio, del libertinaje y corrupción. Los habitantes eran devotos de Poseidón, porque muchas de sus riquezas provenían del mar; pero su mayor devoción era para Afrodita, la diosa del amor y lujuria. Su templo se levantaba en la populista, Acrocorinto tenía más de mil hierodouloi, sacerdotisas del vicio las que no se encontraban en otros templos de la opulenta Grecia, a la que llegaban adoradores de todo el mundo antiguo
Dicho esto, detengámonos por un momento para reflexionar en lo siguiente. En Corinto se encontraban funcionando los dones en plenitud, Pablo estaba allí; pero esto no garantiza inmunidad ni fuero a quienes vivían de manera religiosa entregándose a los apetitoso de la carne y no se rendían por completo al gobierno del Señor Jesucristo como lo indicaba la palabra apostólica. Aun cuando Dios ha provisto dones, capacidades y habilidades para funcionar en orden y apropiadamente, estos no funcionan de forma automática porque se requiere de una constante sumisión a la dirección del Espíritu de Dios. Por lo tanto, se exhorta a los santos en Corinto que Jesucristo también os confirmará hasta el fin
*el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo / 1ra Cor 1:8
Dios quiere que cuando Cristo aparezca otra vez qué, los que han sido separados para Él sean encontrados irreprensibles, sin manchas, sin nada por lo que tengan que avergonzarse delante de él. Es el poder de Jesucristo obrando en los santos lo que hace que ellos puedan transitar por la vida sin contaminarse y permaneciendo puros para Dios. Él promete obrar en los santos para que así sea, un santo entonces depende del poder de Cristo para vivir una vida santa apartada del pecado. El resumen de lo que nos hace santos Pablo lo expone así:
*Fiel es Dios, por el cuál fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor / 1ra Cor 1:9
En resumidas cuentas, podemos decir que, un santo es aquel a quién Dios le ha hecho tener comunión con Cristo. No es toda persona la que tiene este privilegio y honra; el hijo de Dios es santo, la pecaminosidad del hombre le impide acercarse a él y tener relación alguna. Pero Dios instituyó un plan por medio del cual su mismo Hijo quitaría el pecado que impide al hombre tener comunión con él. Fue con su muerte en la cruz que Jesucristo tomó para sí la paga del pecado a favor nuestra de los santificados. La carta a los hebreos indica que somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre / Heb 10:10
El hecho de que Dios permitiera que su Hijo pasará por tal sufrimiento y muerte es una demostración de su amor y deseo que seamos santificados en Cristo, pero Dios no lo hace automáticamente ni a la fuerza para nadie, podemos ser santos, pero solo en Cristo en esa ofrenda hecha una vez y para siempre. Esta es su invitación para ser santos arrepintiéndonos del pecado que de Dios nos separa y por fe recibir a Cristo como Señor y Salvador; Cristo nos separa para Dios y nos acerca a él. Nuevamente preguntamos ¿eres tú un santo?
*Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos / Sal 116:15
Dios nos ha llamado a santidad, a ser de él y para él en esta nueva etapa que emprendemos; sean estos laborales, familiares, educativos o de formación académica o en alguna otra área.