Según la tradición popular, cada 6 de enero se celebra el Día de Reyes que consiste en recordar la visita de los magos a un pequeño villorrio escondido en las entrañas del reino de Judá llamado Belén, allí fueron estos hombres que si bien es cierto las escrituras no nos dice cuántos fueron ni el nombre de ellos, aunque la tradición popular y papal nos dice que fueron tres y cada uno de ellos con un nombre propio. Y es que muchas veces las costumbres y tradiciones que hemos creído a través del tiempo terminan siendo una farsa por faltar a la verdad. Pero dejemos de lado y para otra ocasión la cuestión mencionada para remitirnos al momento y trascendental de aquella instancia
En el curso de la historia del hombre frente a las distintas manifestaciones divinas, Dios se había mostrado en una zarza ardiente que no se consumía, una roca de la que manaba agua, una columna de fuego para guiar en la oscuridad, una nube para cubrir y mantener frescos a los caminantes del desierto y tantas otras expresiones divinas (si así lo podemos decir) frente a los ojos humanos; pero ahora la manifestación que todos esperaban no era tan sorprendente, ni espectacular como ellos querían Dios se había manifestado en una forma humana para habitar y caminar entre los hombres. El Todopoderoso y Omnipotente Dios se había manifestado en un pequeño, frágil e indefenso bebé envuelto en pañales acostado en un pesebre que al parecer no era muy cómodo para el infante
Es cierto que no se puede negar su nacimiento porque el verbo se hizo carne, ¡Emanuel, Dios con nosotros! el misterio de la piedad. En líneas generales el nacimiento de un niño trae alegría, sin embargo, ningún nacimiento es comparable al de la consolación revelada en Jesús, los ángeles cantaron, toda la humanidad y la historia se enteró de lo sucedido. Las huestes de Dios, sus ejércitos visitaban a los hombres con sus espadas envainadas porque venían en son de paz
Como acto seguido después de los pastores llegaron los magos y es este evento convertido en tradición el que se recordó el día de ayer en un continente cristianizado no por el verdadero evangelio sino por un sincretismo mitológico convertido en leyenda popular. Ahora bien, demos vuelta la página para enfocarnos en la llegada de los magos quienes reconocían en aquel niño al rey que había nacido y le adoraron, sus presentes eran prueba de su reconocimiento, eran como los botines de guerra que depositaban los soldados a los pies de su rey, aunque aquí se postraron ante el Rey de reyes y Señor de señores que había dejado su majestuoso palacio celestial para habitar en una humilde posada y tomar la fragilidad corporal de un lactante
Seguramente muchos de Uds recibieron algún presente o regalo en estos días pasados. Cada vez que se obsequia algo se piensa en la utilidad y aprovechamiento que le dará el receptor, por lo cual me pregunto, ¿en qué estaban pensando estos hombres al entregarle oro, incienso y mirra al rey nacido? Cuando queremos regalar algo a un recién nacido pensamos en alguna prenda de vestir, un juguete sería lo ideal, tal vez pañales serían los regalos idóneos; pero ¿oro, incienso y mirra?
Estos sabios, identificados como magos no vinieron a ver a un bebé sino a un rey por esos presentes eran dignos de un rey porque el oro simboliza las alianzas, las uniones y Dios venía a hacer la paz, a establecer una alianza entre Él y los hombres (los coronas que distinguen a los reyes son de oro y las alianzas matrimoniales representadas en anillos también son de oro), el oro es el único metal precioso que no se devalúa por lo que los grandes tesoros no son los que guardan en dinero porque este se desprecia constantemente y por ende se devalúa en cambio el oro no; esto era una verdadera muestra de reconocimiento ante quien realmente era rey. También llevaron incienso una especie aromática que se quemaba en el templo en los utensilios de oro que se encontraban en el tabernáculo como muestra de adoración y por último mirra una sustancia que tenía múltiples usos tales como perfumes, esencias o analgésicos teniendo un sabor muy amargo
Unamos ahora el pesebre con el Gólgota, su nacimiento con su muerte porque estando el Rey de los judíos y el nuestro en la cruz le ofrecen beber vino mesclado con mirra para calmar su dolor y aunque el propio Nicodemo compró una cantidad de esta sustancia para aplicarle un compuesto de mirra y áloes al cuerpo de Jesús. Y así como el oro era el regalo indicado para un rey, el incienso lo era para Dios, la mirra anuncia a la muerte de aquel rey nacido al que adoraban de esta manera los magos
Todo esto anunciaba de que aquel niño había nacido para morir, para ser sacrificado porque Él no sólo era Rey y Dios, también era el Cordero que sería entregado en nuestro lugar para llevar el castigo de nuestra paz. Él fue el escogido de Dios la promesa hecha a Eva del hijo que nacería, el descendiente de David porque en todo Israel o Judá nunca más hubo un gobernante como él hasta que apareció el Cristo del pueblo, el legislador de Siloh, el que era hueso de sus huesos como se le dijo al propio David. Cuando él se manifestó eclipsó en gloria a los reinos de emperadores de alcurnia, y de príncipes en cuyas venas corría la sangre de reyes. En un sermón titulado “El Cristo Del Pueblo” de Charles Haddon Spurgeon, predicado el domingo 25/02/1855, en Exeter Hall, Strand, Londres, citando el anuncio mesiánico del Salmo 89:19 *He enaltecido a un escogido de mi pueblo
No me cabe ninguna duda que, originalmente estas palabras se referían a David. Él fue un escogido de su pueblo. Su linaje era respetable, pero no ilustre. Su familia era santa pero no exaltada: los nombres de Isaí, Obed, Booz y Rut no evocaban recuerdos de realeza, ni motivaban pensamientos de antigua nobleza o de una gloriosa genealogía. En cuanto a David mismo, su única ocupación había sido la de un joven pastor, cargando a los corderos en su regazo, conduciendo tiernamente a las ovejas con sus crías; un joven sencillo que poseía un alma real, recta, de valor inconmovible, pero aun así un plebeyo, uno del pueblo
Pero esto no lo descalificaba para la corona de Judá. A los ojos de Dios la procedencia de este joven héroe no era ninguna barrera para elevarlo al trono de la nación santa, como tampoco el más orgulloso admirador de castas y linaje se habría atrevido a insinuar siquiera, en contra del valor, sabiduría y justicia del gobierno de este monarca del pueblo
La humildad de su nacimiento y su educación, lejos de hacerlo incompetente para gobernar como rey, le dieron en buena medida, mejor reparación para su trabajo y mayor capacidad para desempeñar sus tremendos deberes. Él pudo legislar para muchos, porque era uno de ellos, él pudo gobernar al pueblo como el pueblo debía ser gobernado, porque era “huesos de sus huesos y carne de su carne; su amigo, su hermano, así como su rey”
Empero, aunque mencionamos a David un tipo de Jesucristo hablamos del verdadero Rey, nuestro Señor y Salvador, quien fue escogido de su pueblo, de quien su Padre puede decir: “he enaltecido a un escogido de mi pueblo”, esto es en cuanto a la naturaleza humana, porque en su naturaleza divina no había nadie excepto Él, el era el Unigénito del Padre
Aquí hago un comentario actual extraído de un medio de comunicación: “hoy se pueden medir la aceptación y popularidad de los gobernantes, y de acuerdo a estas mediciones estamos siendo gobernados por hombres incompetentes rodeados de ineptos que se han aprovechado de sus investiduras”. Vuelvo a Spurgeon quien decía: Somos gobernados, y de acuerdo con la firme creencia de la gran mayoría de nosotros, muy mal gobernados, por ciertas familias aristocráticas. No somos gobernados por hombres escogidos del pueblo, como debiera ser. Y ese es un error fundamental en nuestro gobierno, que nuestros gobernantes aun siendo elegidos por nosotros, difícilmente podrían algún día ser elegidos de entre nosotros
Hay familias que ciertamente poseen el monopolio de la inteligencia o de la prudencia, pero que parecen tener la patente para ser promovidas. Mientras que por otro lado un hombre, uno cualquiera, un comerciante con algo de sentido común, no puede llegar al gobierno. No soy político, no me dispongo a predicar un sermón político. Pero debo despresar mi simpatía con la gente, y mi gozo de que, nosotros como cristianos somos gobernados por uno “escogido de mi pueblo” Jesucristo es el hombre del pueblo; el amigo del pueblo; sí, uno de ellos. Aunque Él está sentado en lo alto en el trono de su Padre, Él fue “uno escogido de mi pueblo” Cristo no debe ser llamado el Cristo de los aristócratas. Él no es el Cristo de los nobles. Él no es el Cristo de los reyes. Él es “uno escogido del pueblo”
Cristo, por su nacimiento, fue uno del pueblo. Ciertamente, nació de estirpe real. José y María eran años de linaje real, aunque su época de gloria había pasado. Un extraño se sentaba en el trono de Judá, mientras que el heredero legítimo trabajaba con un martillo y una pala. Nació en un establo, tuvo por cuna un pesebre donde comían los animales. Su colchón era el forraje de los animales, y sus sueños eran interrumpidos a menudo por el apetito de las bestias. Jesús era un príncipe de nacimiento; pero ciertamente no tenía séquito que corresponde a los de linaje real para que le sirvan. No estaba vestido de mantos de púrpura, ni envuelto en ropajes bordados
Veamos a los visitantes de su nacimiento, primero fueron los pastores, ellos nunca perdieron el rumbo porque fueron guiados por Dios luego llegaron los magos que también fueron guiados por Dios, pero, sin embargo, ellos sí se extraviaron. De aquí podemos decir que los pastores que representaban a los humildes y despreciados porque su oficio no era visto con buenos ojos por la sociedad junto a los magos que simbolizan a un selecto grupo, ambos se arrodillaron ante el Rey que había nacido. Esto es muestra de que Cristo, era el Cristo de todos los hombres, no solo de los magos y sabios, sino también de los pastores y humildes. Él era el Salvador de todos los hombres, de ricos y pobres, sabios e ignorantes, grandes y pequeños
Él no nació en una ciudad populosa; sino en un despreciado pueblo llamado Belén, “la casa de pan” El Hijo del Hombre hizo su advenimiento sin acompañamiento de pomposos preparativos, y no fue anunciado por las notas de las trompetas de alguna corte real
Pero qué extraño es haber vividos estos días pasados de navidad sin conocer y ahora comenzar un nuevo año sin realmente conocer el significado de los días que Dios nos ha añadido, es como asistir a una fiesta sin saber lo que se celebra, es como haber estado en un cumpleaños sin ver al cumpleañero, porque si habremos de celebrar algo es el cumplimiento del Hijo prometido a Eva porque no sólo fue el Hijo prometido a Maria sino también a Eva, en rigor es el mismo Hijo, el que habría de nacer para aplastar la cabeza de la serpiente, ese Hijo que la humanidad ha estado esperando durante toda la historia
No celebramos una tradición sino el hecho indiscutible de que Dios fue manifestado en carne con lo cual se muestra de que Él no se desentendió de nosotros y nos visitó. La historia del Hijo del Hombre no empieza en Belén, sino desde mucho antes porque él nos ha estado cuidando y guiando. Belén es la expresión de entrega de amor máxima, pero el Hijo de Dios ha estado siempre desde la eternidad, pensemos en la creación porque sus salidas son desde el principio como nos habla el Génesis, Él estaba allí creándolo todo, el Creador manifestando en un infante
Su educación también demanda nuestra atención. Él no fue tomado de los pechos de su madre, como lo fue Moisés, para ser educado en los salones de un monarca; Él no fue criado con esos aires de grandeza que adoptan las personas que tienen cucharas de oro en sus bocas desde el momento de nacer. Él no fue educado como un joven rico, para mirar a todos con desdén; sino que siendo su padre un carpintero aprendió su oficio y trabajo muy duro en su taller para construir una escalera que conectara la tierra con el cielo. ¿Por qué, pues, no habría de ser el hijo de un carpintero?
La visita de los magos al Rey nacido en más de alguna ocasión se relacionó con el perihelio que es un fenómeno astronómico que ocurre cuando el planeta alcanza su distancia más cercana al sol durante su trayectoria orbital. En este punto, la tierra se encuentra a 147 millones de km de nuestra estrella, aproximadamente, revelando un espectáculo astronómico que, en rigor es una lluvia de meteoritos que se pueden observar a ojos vista y que despierta el interés de expertos y entusiastas aficionados. Y no sólo eso, además, es el momento en que la tierra gira a 110.700 k/h velocidad que se alcanzó el miércoles recién pasado a las 19:00 hrs
Este 3 de enero el planeta giró a toda marcha, a toda velocidad, a su máximo potencial, es decir, sin freno de mano, acelerando a fondo; instancia en que la tierra y el sol están más cercanos. Es seguro que no fuimos capaces de percibir este proceso de aceleración, debido a que nuestro planeta gira a una velocidad constante, pero está comprobado que este movimiento lo experimentamos desde que nacemos, por tanto, nuestro cuerpo se encuentra adaptado a este movimiento que sentimos y lo vuelve imperceptible. Además, como no se tiene ni se sienten cambios bruscos, no podemos referenciar, contrastar o compararlo con otra forma de movimiento en el planeta
El movimiento que tiene la tierra permite la medición del tiempo, es decir, las horas que transcurren en un día y que en su movimiento giratorio la tierra expone una parte o hemisferio hacia el sol y la otra queda en la sombra, produciéndose así el día y la noche, si no se produjera este movimiento sería un caos indescriptible. De manera metafórica necesariamente debemos tener ese movimiento hacia el sol, ser atraído a él como los magos que recorrieron una gran distancia y velozmente para llegar a donde se encontraba el Rey nacido, el Sol con el cual amanecía un nuevo día y año agradable del Señor.